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Reflexión de la Paternidad de un hombre que no es padre.

27 junio, 2012
Foto sacada de padresehijos.pe

Comparto esta excelente reflexión acerca de la paternidad masculina, realizada por un psicólogo y profesor de la universidad donde estudié y donde tuve la suerte de ser alumna de Alejandro Boric en varios cursos, él me ha autorizado para compartirla con ustedes. Espero que les guste como a mí, y me deja como conclusión ¿ las nuevas generaciones de padres podemos cambiar la cosas?… claro que sí podemos! amor y empatia son las respuestas…

Algunas reflexiones que se me ocurren sobre a propósito del día del Padre. No tengo el gusto de ser papá y tampoco he tenido las complicaciones y obligaciones asociadas. Puedo imaginar que es una de las grandes experiencia y alegrías de esta vida y a la vez una gran responsabilidad. 
Así como la Madre psicológicamente está asociada al amor incondicional, la fusión, la intimidad, la contención y la nutrición (principio femenino: lo uterino y el pecho materno), el Padre está asociado al sostén, apoyo, la función de dirección, propósito, orientación y salida al mundo. El principio masculino es el que pone límites, reglas, deberes y por tanto frustra y castiga. También provee económicamente y es el sustento, el que guía, orienta y ayuda a enfrentar los desafíos de la vida.

El papel de la madre es difícil porque el amor incondicional no es nada de sencillo. Y entonces la madre – los psicólogos han teorizado e investigado mucho al respecto – puede «fallar» en este rol. Y no ser «suficientemente buena», es decir poco empática, sensible y distante, puede ser abandonadora, negligente u hostil, y también intrusiva, dominante y sobreprotectora.

Por su parte el lugar del padre es difícil, porque en él ha recaído mayormente el peso de frustrar, regamentar y modelar al hijo/a….

Por otra parte a los hombres por razones tanto biológicas como culturales les cuesta conectarse, reconocer y mostrar sus sentimientos de ternura y vulnerabilidad. Esto es en parte biológico (testosterona y muchos otros factores neuro-biológicos) y sobre todo cultural («no llorar ni mostrar debilidad»).

Entonces es muy común que los padres no expresen directa o explícitamente su amor por lo hijos, especialmente hacia los hijos hombres, cosa que éstos sin duda resienten. Y lo hacen frecuentemente de un modo indirecto.

Por supuesto que es más sano para ambos que el padre se permita un contacto íntimo, sensible y no defensivo que incluya la verbalización del afecto: «hijo te quiero». No obstante, pareciera que a los hombres les más fácil hacer todo tipo de proezas físicas e incluso ir a la guerra que abrirse a la vulnerabilidad de mirar con ternura a los ojos de otro hombre y decirle «te quiero». Incluyendo las más de las veces al propio hijo o propio Padre.

Es decir la posición de apertura y vulnerabilidad le es muy difícil a un hombre, y en cambio le resulta mucho más cómoda la posición de fuerza, defensa, lucha y competencia.
Al menos en nuestra cultura, y tal vez en todas las culturas que han sido denominadas como «patriarcales», es decir en nada menos que la mayoría de las sociedades, de los últimos milenios.

El Patriarcado es un patrón cultural de corte competitivo, autoritario y racional, basado en logro, la fuerza, el resultado y la acumulación, que ha dominado las relaciones sociales, los valores y la visión de la vida y la cultura. Especialmente se ha impuesto como modelo de lo masculino y de cómo se relacionan los hombres entre sí y con la mujeres. Y por supuesto de cómo se ejerce la paternidad y cómo se relacionan padres e hijos.

La mitología griega ilustra simbólicamente de manera muy gráfica y florida las relaciones entre hombres y entre padres e hijos desde los valores y la conciencia patriarcal.

Urano, Dios primordial del Cielo, primera imagen de divinidad masculina, se comporta despóticamente con sus hijos, celoso de no perder su posición. Cronos, uno de los hijos, impulsado por su madre lo castra, logrando así vengarse del padre y arrebatarle el poder. De los genitales de Urano al ser arrojados al mar nace Afrodita, la Diosa del Amor y la Belleza.

Pero la historia patriarcal sigue y cuenta que Cronos, temeroso de que alguno de sus hijos lo asesine, apenas éstos nacidos se los devora, para prevenirse de su potencial ataque. No obstante, por una estratagema de la madre, Zeus se salvó de ser comido por su padre, y el mismo Zeus ya crecido asesina a su padre, le arrebata el Poder y se convierte en el Dios dominante del Olimpo. Relaciones entre hombres y entre padres e hijos, dominadas por la lógica de la desconfianza, la competencia y la lucha cruenta por el poder y el placer. Y una visión del placer en donde éste se obtiene a costas del otro y no como compartido.

La lógica en el Patriarcado parece ser: «para que yo pueda ser feliz, debo sentirme superior a tí y dominar la fuente de placer-poder. Pero si tu te desarrollas y te expandes, entonces mi poder-placer está amenazado, por lo que mi subsistencia es costa de la tuya». Y para el hijo, la alternativa es o sucumbir y someterse al poder masculino dominante o literalmente «matar al padre» y arrebatarle el poder.

Tambien en la cultura Judía el Dios- Padre es Javeh, un Dios todo poderoso, protector y justiciero, pero tambien celoso y vengativo. El Padre es poder, un poder que puede ser protección, pero también castigo. De ahí el temor, y la culpa, asociadas al padre.

Es decir lo que caracteriza el patriarcado es que las relaciones entre los hombres están dominadas por la competencia y la lucha por el Poder. Quienes quieran ver una excelente película que trata de este tema del machismo y los conflictos entre padres e hijos – entre varios otros temas – pueden ver «El Árbol de la Vida».

Es evidente que no vivimos exactamente como los dioses del Olimpo, y que nuestra cultura presenta matices y muchos desarrollos más sofisticados en torno a lo que es ser hombre y las relaciones padre e hijo. Pero creo que los signos del patriarcado y la huella aun están muy presentes en nuestra cultura y nuestra psique.

Una buena pregunta a hacerse es ¿Habrá una forma de vivir entre los Hombres – y entre padres e Hijos – en que no sea el poder y la competencia la regla dominante, sino la solidaridad, la cooperación y el amor? Y en que esto sea auténtico, que venga desde la consciencia y el convencimiento subjetivo y no desde el temor, la represión o la introyección culpógena y disociativa. Porque esto último no resulta. Es sólo cosmética, y los Gorilas siguen bajo los mecanismos de defensa.

¿Habrá una forma en que los hombres -como género masculino me refiero- puedan sentir genuinamente que pueden expandirse, desarrollarse y ser felices sin sentir que la felicidad y la expansión del otro hombre – entre ellos el hermano, el amigo, el hijo y el padre – es una amenaza? ¿sino que hay lugar para el placer, el bienestar y el poder de todos? ¿Y en que la necesidad de vivir y experimentar la fuerza, la lucha y la competencia quede en el nivel del juego (juego a veces brusco, si se necesita), pero juego al fin?

Creo que si uno entra más sinceramente en niveles más profundos de lo que es experimentar el placer y el bienestar, se encuentra con que las experiencias más sublimes no vienen del culto al ego o de gratificaciones narcisistas o de logros competitivos o de placeres excluyentes. Mi experiencia me dice que en la medida en que uno entra con honestidad y conciencia en la comprensión de las experiencias de bienestar personal, uno se encuentra con sentimientos y estados subjetivos de tipo más bien transitivos, inclusivos, compasivos, conectivos. Y no de tipo excluyentes, competitivos y egóticos.

Estoy absolutamente convencido de que las alegrías más profundas, los gozos más verdaderos son por su propia naturaleza amorosos, pacíficos, sensibles. Por decirlo de manera simple, es mucho más gozoso un sentimiento de empatía y alegría compartida que la gratificación derivada de ganarle a un otro o un gozo a costa de otro.

En esta misma línea y volviendo al tema de la relación padre e hijo, creo que la experiencia del Edipo como la describió Freud, es más un producto cultural que un guión traumático inevitable de la naturaleza humana.

Sin duda es necesario en la infancia el aprendizaje progresivo de la auto-regulación, la postergación del deseo y el trabajo con esfuerzo. Sin duda es necesario que la cultura ocupe su espacio en el psiquismo y que necesariamente regule a la naturaleza biológica instintiva. Pero este aprendizaje de la regulación se puede hacer más basado en la empatía, en la comprensión y comunicación subjetiva de las experiencias, es decir apelando a la conciencia vivencial en vez de desde la norma dogmática, el temor y la obediencia ciega. 

Creo que el psiquismo del niño/a, y desde ahí su relacion con el padre -y la autoridad -sería distinta, más amable y menos traumática. Sería más fácil para el niño/a el entendimiento de la frustración y la autoregulación, y también la empatía con el padre.

Y para el padre sería una forma también de aprender, y de des-aprender (introyectos, normas, estilos viejos), de suavizar y revisar sus esquemas, de otrogar más libertad y de criar con más flexibilidad, aceptando también la diferencia. Y de hacer uso de la imposición, las reglas y las privaciones cuando estas son inevitables, pero desde un espacio psicológico más conectado y amoroso. Donde no fuese la necesidad de imponer el poder del propio ego, o la regla moral lo que prevaleciera sino una razonable necesidad de límites, regulación social y ordenamiento natural.

En fin…..son comentarios y reflexiones. Hay mucho para seguir hablando de esto. Creo que es un tema muy interesante. (Alejandro Boric, Psicólogo)

Foto sacada de padresehijos.pe

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