Una Madre Debe Estar Ahí… Simplemente eso.

Desde un tiempo a esta parte he reflexionado profundamente acerca de la presencia física que tienen que tener las madres cuando un hijo está enfermo. Esa sensación “casi mágica” de tranquilidad cuando la madre está, en sí es el remedio a la enfermedad, más que el remedio mismo.
Esta reflexión movida por un invierno especialmente infecto-contagioso marcado por ir y venir a urgencias, vino a colmar como broche de oro que a mi hija de 3 años la operaran de adenoides, algo simple “casi de rutina” como me decían los médicos, pero para un niño esta puede ser su primera experiencia en su relación con el mundo de lo médico. Y Como buena psicóloga, me dije a misma, que iba a ser una buena instancia para evaluar el apego y medir las confianzas como padres con ella y su vivencia.
Y la experiencia en sí creo que fue lo menos traumática posible. La preparación previa, y mi propia experiencia de psicóloga sin duda que fue valiosa, pero finalmente lo que realmente importó al momento en sí fue que tuve que estar ahí estoica, el mayor tiempo posible, postergarme al 100% si era necesario, así casi igual que cuando son recién nacidos, estar hasta el último momento antes que se duerma con anestesia, que tu rostro, que pasa a ser lo conocido en un escenario un tanto frio, sea el último recuerdo antes de dormirse. Así mismo que tus brazos sean el lugar de contención y protección cuando despierte después de la anestesia. Esto sin importar si se te caen las lágrimas o te enternece su llanto (al contrario como piensan muchos que es mejor irse).
En mi opinión una madre debe estar sin importar nada, porque el recuerdo que van a tener tus hijos no es el de la súper madre que no llora y está ahí como un roble, o tampoco el de la madre que llora a moco tendido, sino el único recuerdo real y concreto que van a tener los niños es que LA MADRE ESTUVO AHÍ, lo demás pasa a segundo plano. Algo tan simple como eso, puede ser fundamental para un niño, que en su fuero interno no se sintió abandonado por su figura de apego.
Mi recomendación cuando una madre o padre debe pasar por algún acontecimiento donde el niño deba “sufrir” algo, como un procedimiento doloroso, es estar ahí, aunque nuestro corazón esté inundado de pena, tomarle la mano y no abandonarlo va a ser que ese sufrimiento sea acompañado. Por eso invito a los padres a pensar en sus niños antes que en uno mismo. Y ese discurso antiguo en los cuales la mayorías fuimos criados “estaba devastado me tuve que ir de su lado para llorar tranquilo” no le sirve al niño sino al padre, si no se puede contener esa pena está bien llorar junto a él, tener empatía o más bien simpatía con su dolor, esto no nos va hacer menos padres, pero si nos va hacer un padre real que tiene penas que sus hijos ven, que se puede enternecer con su dolor, que los robots sin sentimiento no existen y que en su hogar el llorar es parte de la vida.
Y tu querido lector, ¿has tenido alguna experiencia donde tu hijo ha tenido que ser sometido a algún procedimiento medico?, ¿ser hospitalizado? ¿Cómo lo viviste con tu hijo?
María Paz Aguilera Oportus
Psicóloga Clínica en Apego, Lactancia y Crianza
Diplomada en Intervención Temprana en Salud Mental
Instructora Certificada de Taller de Apego y Masaje Infantil Shantala
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